Cuando yo tenía 16 años de edad y decidí asistir a la iglesia, poco sabía que el enemigo iba a intentar todo para desalentarme. Recuerdo que luché contra guerras internas y externas de desaliento casi todos los domingos antes de ir a la iglesia.
A veces, sentía que no estaba lo suficientemente bien vestida, que mi peinado era horrible y que mis zapatos no eran modernos. Otras veces, sentí que había decepcionado a Dios, que era hipócrita y que no era digna de asistir a la iglesia. Esos pensamientos me impidieron concentrarme en Cristo, crecer espiritualmente y disfrutar de la dulce comunión de los creyentes. Consecuentemente, me sentía sola.
Aunque estos no son pensamientos poco comunes, el enemigo trató de amplificarlos hasta el punto de que un día, mientras estaba dentro del edificio de la iglesia durante un estudio bíblico para jóvenes, me dije a mí misma: “Ser cristiana no es para mí. Este lugar no es para mí”. Unos momentos más tarde, uno de los lideres de los jóvenes, llamado Carlos, juntamente con su esposa, vino donde yo estaba sentada. Me miró y suavemente me preguntó cómo yo estaba. Sentí que el Espíritu de Dios me animó a través de las palabras amables del hermano Carlos. Era exactamente lo que necesitaba en ese momento. Dejé de prestar atención a las mentiras del enemigo y comencé a crecer espiritualmente y a disfrutar de la comunión con mis hermanos y hermanas en Cristo.
Tal vez tú no te sientas sola cuando vas a la iglesia. Tal vez tengas muchas amigas en la iglesia y te sientes que la iglesia es tu segundo hogar. ¡Genial! Sin embargo, hay algunas personas en su congregación que se sienten como yo o peor. Algunas de ellas pueden visitar su iglesia una vez o asistir a ella regularmente, pero no se sienten conectadas con nadie en la congregación.
Jesús quiere que nos convirtamos en pescadores de almas dondequiera que estemos (Marcos 1:17). Aquellos que aman pescar saben que no importa dónde van a pescar. Ellos pueden estar pescando en un océano, río, lago, estanque o arroyo. ¡Mientras consigan un pez, han tenido éxito!
Mi experiencia con Carlos me enseñó que también puedo pescar almas desde mi propio banco de iglesia. Entonces, aquí hay algunas ideas para ayudarla a pescar almas en su iglesia:
- Salude a las personas que se sientan a tu lado, delante de ti, y detrás de ti que tu no conoces. Tomar el tiempo para decir “hola” a quienes te rodean es una demostración de amor y cuidado. Cristo quiere que mostremos amor por los demás a través de nuestras interacciones (Juan 13:34-35).
- Habla con la gente que se sientan a tu lado, delante de ti, y detrás de ti. Preséntate a los demás y empieza una conversación. Primera de Corintios 16:20 nos recuerda la importancia de saludarnos unos a otros.
- Ore por aquellos que se sientan a tu lado, delante de ti, y detrás de ti. No necesitas saber sus nombres. Dios los conoce por su nombre y eso es todo lo que importa. Además, la oración del creyente es poderosa y efectiva (Santiago 5:16).
Cristo nos invita a ser pescadores de almas. Entonces, ¿será que en el próximo año tu harás de tu banco en la iglesia uno de tus lugares favoritos de pesca? Ruego que Dios te dé todo lo que necesitas para tener éxito como una pescadora de almas.